Ya al final del capítulo anterior Kirkman se desprendió de ese manto de candidez con el que pretendía engañar a los espectadores y hacerles creer que era una persona miedosa, sin carácter, pacifista. En esta quinta entrega podemos cómo Jack Bauer lucha por hacerse con el control del presidente, que aún muestra destellos de miedo y duda, pero con toda seguridad para cuando termine la temporada, y la serie a juzgar por los datos de audiencia, se pondrá él mismo a cazar a los responsables, todo apunta que parte del "establishment" del gobierno mientras el reloj sigue la cuenta atrás.
En esta ocasión Bauer se enfrenta a la decisión de enviar a un comando de los SEAL en busca de Nassar, cuyo nombre recuerda al de Assad, aunque por aquellas tierras todos parecen llamarse igual. Es como lo de los chinos pero linguisticamente. Como la transformación en Bauer no ha sido completada aún, va a ver a los soldados y allí se le informa de la mayor cantidad de tópicos que se puede encontrar en la Marina: uno de ellos se acaba de casar y el otro va a ser padre, le informa el comandante Mark Mazado. No he tenido tiempo de recordar su nombre. Con la conciencia algo tranquila tras haber soltado varias frases motivacionales, Bauer se vuelve a su casa, que es la de todos; la de todos los americanos, se entiende.
Por suerte pasan casi 20 minutos hasta que aparece su familia, totalmente prescindibles de la serie, en mi opinión. De hecho estoy escribiendo esto mientras habla con su mujer, la ¿paramédico? de Turno de guardia, una serie infravalorada y poco reconocida pues se emitió antes de que los hipsters descubrieran la tele con Lost. En cualquier caso, es una conversación corta y ni siquiera da para paja.
Bauer se reune con los miembros del Congreso, los dos que quedan, para ponerles al corriente de la operación militar, y la congresista rubiaca le advierte que está viviendo su momento "Irán": si tiene éxito será alabado por las multitudes como Reagan, si por contra todo se va al carajo, se le recordará como a Carter, que no pudo rescatar a los miembros de la embajada americana en Irán secuestrados por los hijos del Ayatollah.
Oh no, ahora la mujer hablando con la asistenta de Jack Bauer porque la primera salió con el típico malote que acaba en la cárcel. Menos mal que a continuación le siguen las dos tramas principales, que se van alternando a lo largo de varios minutos: la captura del moro terrorista de turno y la investigación de la asiática maciza que por fin tiene pruebas sólidas de que el congresista MacLelo tiene algo que ver con el acto terrorista.
La operación, tras un momento en el que se saborea la derrota, es un éxito, aunque muere el líder de los SEAL: iba a jubilarse al día siguiente. ¡De nuevo aparece la esposa! No me he enterado muy bien de la conversación que mantenía porque estaba escribiendo esta reseña pero ¿me ha parecido oir que alguno de sus hijos es del malote? Y así acaba el episodio, pero antes, Bauer va a ver el ataúd de Mazado, allí, un soldado medio chino le da una charla motivacional llena de lugares comunes con el honor y el orgullo por bandera, pues para eso son americanos y no de Badajoz.
Algo que se echa en falta de esta serie es la ausencia de un cliffhanger que te deje en ascuas y esta entrega no defrauda en eso pero aun así, la semana que viene estaremos expectantes por si Jack Bauer al fin se desata.
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