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Stranger Things



Con un poco de retraso, y ante la perspectiva de una semana de cama y TV, vi al fin Stranger Things.

Si hasta ahora no le había dado una oportunidad, había sido por la legión de admiradores que asaltaron las redes sociales alabándola, en especial su ambientación ochentera. Y es por ello que no deja de sorprenderme que esta sea un simple envoltorio. La historia hubiera funcionado igual de bien en cualquier otra década a partir de los 50, a cuyos films de ciencia ficción de serie B recuerda a veces, por cierto.

Y no solo a los pioneros de la fantasía de la posguerra. Stranger Things es una mezcolanza de referencias, homenajes, guiños y copias descaradas de planos de películas como Los Goonies, ET, Alien e incluso Twin Peaks; eso sí, perfectamente integradas en la trama, como el mecanismo de un reloj. Conmino a todos los espectadores a que jueguen a apuntar todas las películas y series que se referencian.

La historia gira en torno a la desaparición de ¿Billy? No recuerdo su nombre porque sale poco, obviamente, cuando vuelve a casa tras una jornada jugando a rol con los amigos. En la carretera se cruza con alguien o algo que le persigue hasta su casa. Allí, se lo llevan a un sitio muy oscuro. Podría hacer un chiste, pero sería de un humor más negro que Bokassa.

De inmediato, más bien al día siguiente, porque para qué va una madre a comprobar cómo duerme plácidamente su hijo, tras regresar de un duro día de trabajo. Mejor esperar a la mañana siguiente... Total, que comienzan a buscarlo las autoridades, representada por el típico sheriff cansado de la vida que se emborracha en su casa-caravana, aunque lejos de la playa y sin perro que le haga compañía. Eso sí, tiene un compañero negro. 

También buscan al crío su madre, su hermano adolescente y el grupo de amigos, que al día siguiente acuden al bosque donde se ha encontrado la bici de Billy abandonada. Allí se encuentran con Eleven, una chica con el pelo rapado que no habla del trauma que le produce estar en la edad del pavo y tener poderes mentales como la telequinesis, la visión remota, hervir agua, reparar electrodomésticos y contactar con "el otro lado", una dimensión a la que la chica abrió una puerta durante uno de los muchos experimentos que el malvado gobierno hacía con ella, dejando salir al monstruo que secuestró a Billy y a todo el que pasa por aquel bosque.

A la usanza de una serie española, existe una trama de adultos, otra de adolescentes y otra de niños. Al contrario que las series españolas, no da vergüenza ajena, quizá porque se trata de forma superficial, apenas los minutos suficientes para engordar la trama principal de la búsqueda, que quizá no hubiera dado para 8 capítulos, que son los que componen la primera ¿y única? temporada.

Debido al tremendo éxito cosechado, se ha empezado a hablar de una continuación. Si hacen algo estilo American Horror Story, en la que cada temporada cuentan una historia, seguramente estemos ante el heredero moderno de "La dimensión desconocida", de lo contrario, mucho tendrían que romperse la cabeza escribiendo el guión para que no nos encontremos ante un sonoro fracaso movido por la avaricia y el ansia por conseguir dinero. No sería la primera vez que ocurre.

Otro de los hechos incomprensibles que rodean la serie es la elevación a los altares actorales de Eleven, la chica con poderes. A mi juicio, muchísimo mejor lo hace el gordo con problemas bucales, prototípico de cualquier producción de los 80, en cuyas pandillas no podía faltar un gordo ni un negro. 

Como decía al principio, para mí la ambientación en los 80 y sus múltiples referencias son lo de menos. Lo que me ha llegado ha sido la historia de ese sheriff que no se detiene ante nada por encontrar al crío, espoleado por el recuerdo de la pérdida de su hija; la determinación de una madre por encontrar a su hijo, luchando contra todo y todos; la amistad entre los amigos de Billy; y por supuesto el trasfondo de experimentos secretos gubernamentales y otras dimensiones. Así pues, una serie totalmente recomendable para todos aquellos que quieran pasar un buen rato. 

Leo en otra crítica que debajo de la tonelada de referencias a los 80, nos encontramos una serie carente de discurso. ¿Pero acaso no fue eso la marca distintiva de aquella época? ¿Reivindicación vacía usando unos eslóganes aprendidos cinco minutos antes? Los 80 fueron la vacuidad de la vida, el disfrute por el disfrute, no el buscar el más mínimo fallo en el guión de una serie como si estuviéramos buscando fallos en el programa de control de un satélite.
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