Tras pasar un recodo del camino donde un grupo de militares está metiendo a gente en autobuses con un destino incierto, Old Putin se da cuenta de que Antolín no duerme bajo las mantas del asiento trasero del coche. Despechada entra en pánico unos segundos, lo que tarda Pesadillas en interponerse entre unos padres y la búsqueda de su vástago, ¡qué hija de puta! Despecha y Pesadillas se lían a mecos y al final gana el sentido común y se dan la vuelta.
Tras un corte vemos cómo Antolín se dirige a un complejo hospitalario, aunque como es ruso parece aquello las Tres mil viviendas tras el huracán Katrina. La nieve no ayuda a mostrar las cosas impolutas. A lo lejos, ve a un grupo de soldados y hacia allí que va, como buen adoctrinado por el estado. Ese niño está muerto. Uno de los soldados que está dando matarile a los pacientes y al personal médico le ve, y el niño huye como un conejo asustado. Intenta esconderse pero el soldado es más listo y le encuentra, que para eso tiene bigote.
Otro corte y vemos al grupo, que se dirige al hospital donde el niño se escondió. Ven la pila de cadáveres que han dejado los soldados y Despechada sale corriendo a revolverlos a ver si está su Antolín. Es un milagro que no se contagien con tan pocas medidas de seguridad que toman, que ni una bufanda se ponen en la boca. Seguro que el Fernando Simón moscovita dijo que no eran necesarias.
¡Y ahora un flashback de 6 horas antes! No hagas esto realizador ruso. Tarkovsky te escupiría en la cara. Y todo para ver qué pasó con el niño, pues en el fundido a negro lo dejamos apuntado por el fusil del soldado. Ya me extrañaba a mí que muriera, pues al final lo salva una señora que fue en busca de suministros para su pueblo, al que los soldados no tardan en llegar. Los pueblerinos, que habían ido a hablar con la rescatadora, se esconden en un sótano, pero al marido de esta le pillan durmiendo la mona y le pegan un tiro porque esta fondón y no les apetece cargarlo al autobús que le llevaría a un centro de detención. A este también lo mató el colesterol, pero de forma indirecta.
La muerte de su marido, al que no debía querer demasiado pero era lo único que tenía, enfurece a la señora, que va a ver a un oficial retirado para pedirle consejos y armas para vengar la afrenta. Este le enseña todo el catalogo del Call of Duty 2, la campaña de Reznov: desde el clásico Mosin Nagant hasta el PPSh-41, pasando por una variedad de pistolas con las que entrena a las señoras del pueblo y algún viejo que anda por ahí. ¿Dónde andan los hombres? No he prestado atención y no lo sé. Quizá murieron en la guerra del caviar del 2013.
Tras maltratar unas cuantas latas con sus desviados disparos, salen en marcha en busca de los soldados, dejando a Antolín a cargo de los niños del Pueblo de los malditos, que lo echan a los cinco minutos porque el crío es insoportable.
El grupo de guerrilleras se une al de nuestros protagonistas en la parada de autobús donde tiene lugar un enfrentamiento con los soldados. Alguien dispara y se arma la marimorena. Disparos por aquí, puñaladas por allá... y los soldados caen como moscas matando apenas a un señor que estuvo dando por saco durante la media hora anterior con su cobardía. Muere redimido, o no, según pienses que se apuntó con el AK74 del soldado para salvar a alguien o porque era un garrulo.
Cuando las cosas se calman, la rescatadora le dice a Artyom y la Despechada que su hijo está a salvo, porque no sabe que ha sido desterrado a la tundra. La Despechada, como una loca, va por ahí llamándolo hasta que al final el crío aparece de entre las ruinas de una cabaña. Pidió a los ángeles que le encontraran y sus plegarias han sido concedidas. La señora rescatadora ha convertido al cristianismo a Antolin sin permiso de los padres.
El capitulo acaba con un cliffhanger horrible: la Pesadillas está enferma. Nadie la echará de menos.
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