Uderzo ya sabe que su publico no son niños, más ocupados en dejarse la vista en las luminosas pantallas de cualquier cachivache electrónico, sino sus padres o, en general, los treinteañeros que crecieron con sus aventuras, por ello no duda en adornar la portada de esta historia con un par de mozas rubias de buen ver, como si fuera un Playboy de los 60.
Es el cumpleaños de nuestros queridos héroes y para celebrarlo, las gentes del pueblo invitan a sus madres a visitarles. ¿Por qué viven los padres en otra ciudad? ¿Por qué se fueron? No hay motivo, los hijos viven de no se sabe muy bien qué. Obelix hace menhires pero no creo que tengan mucha demanda, pero ¿y Astérix? Desde luego yendo de aquí para allá es difícil tener un trabajo estable, así que imagino que es freelancer y, como tal, estará puteado por el estado, en este caso romano, lo cual se une a su baja estatura, de ahí la mala leche cuando se toma la poción mágica y se puede sentir superior a los demás. Obélix disfruta aporreando a los legionarios como un chiquillo jugando. Para Astérix, siempre con el gesto torcido, es una catarsis que satisface sus ansias de destruir el estado destrozando el espinazo de sus representantes.
Los padres de Asterix y Obelix tienen una tienda de souvenirs en Condate, que en aquellos años debía ser un hub comercial de primer orden pero hoy día vete a saber si no se la habrá tragado la hierba. O tempora, o mores. En cualquier caso, no pueden asistir al banquete de celebración quedándose de Rodríguez en el pueblo, lo cual aprovechan para emborracharse como lémures.
Como presente por haber cumplido... no recuerdo si dicen los años que cumplen, tanto da, no es más que una excusa para que caigan en sus manos una espada y un casco romanos recubiertos de oro y joyas, lo que todo bárbaro de la Galia desea desde niño.
Al día siguiente, la madre de Astérix aprovecha para insinuarle que se busque una mujer que le limpie la cabaña y así no tenga que hacerlo ella cada vez que va a visitarle. Y de paso que acalle los rumores sobre su relación especial con Obélix, que bastante da el cante este con los menhires. Al final se descubre el pastel, sus madres no están allí para su fiesta de cumpleaños sino para hacer de celestinas y conseguirles una buena nuera a la que poder criticar ya desde el momento del convite de la boda. Lo tienen difícil porque todas las pretendientas son engendros salidos de la pluma de Steve Ditko, descontando el hecho de que, a ver, dos hombres con mostacho, fornidos, que viajan juntos por medio mundo semidesnudos y a los que no se le conoce affair alguno... Digamos que estoy a la espera de que se celebre la primera boda homosexual en la Galia.
Mientras tanto, en el Wall Street galo, sus padres son encarcelados por haberse quedado con el anteriormente mencionado casco y espada, que están relacionados con un plan de Pompeyo para derrocar a César. Ay, Pompeyo si supieras la que te espera... Para recuperarlos, contratan los servicios de una actriz que se hará pasar por Falbalá para ligarse a Obélix. Que ríete tú del CESID, lo enterados que están los romanos de a quién le gustaría trincarse el orondo galo. Tonto no es, desde luego.
Como ocurre en España, al final Obélix termina zurrando a Astérix cuando este le dice que la chica no le conviene. No hay que ponerse nunca entre un buen par de tetas y un amigo porque saldrás escaldado. Es así. Del golpe, obviamente, el pequeño galo se queda grogui y accede a liarse con la falsa Falbalá. En fin, enredos de sitcom americana que terminan como uno espera. Se descubre que Falbalá es en realidad la actriz, se libera a los padres de los galos y Pompeyo es apresado y enviado a África. Como colofón, se hace referencia a los premios César de la industria cinematográfica francesa. Cosa curiosa, ponen a parir a los romanos y utilizan al que más les puteó como premio. Ríete tú del síndrome de Estocolmo. ¿Qué tal un Robespierre de oro o un Napoleón?
Con el cómic me quedo con la idea de que no es una buena base histórica el leer tebeos de Astérix, que hay que estar muy buena para llamar la atención de un hombre y que las madres son muy pesadas. Lecciones de vida que todo infante debe aprender.
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