¿Tienen que lidiar frecuentemente los masajistas a domicilio con clientes que buscan un final feliz? Esta es la gran duda que me deja esta película de Jonah Hill y otro chaval que bien podría haber salido de American Pie. Porque no es la primera vez que veo en la gran pantalla la escena de un talludito hombre de negocios que deja deslizar la toalla que cubre sus partes para que el jovenzuelo o jovenzuela que le está relajando los músculos, le ponga en tensión el palo mayor. Alguien debería hacer un programa de investigación sobre esta problemática, si bien no desconocida, sí que muy tomada por el pito del sereno.
El protagonista, al que llamaré Stiffler porque es el único personaje de American Pie que recuerdo, y no por sí mismo, sino por su madre, forma parte del esforzado gremio de los masajistas, pero no se le pasa por la cabeza calentar la muñeca, así que gana poco con su trabajo. O directamente no le gusta acariciar la piel de los viejos, cosa harto comprensible. Para salir del círculo vicioso del linimento y las toallas, decide invertir sus ahorros en un negocio que no puede fallar, solo que falla. No pasa nada porque ahí entra en escena, justo a tiempo, Jonah Hill, vendedor de armas al por menor. Tras descargar en el aire un AR-15 con el que asustar a los negros que le han robado el dinero para hierba, sin apuntar hacia ellos, curiosamente, van a fumarse unos cuantos porros. Pocas son las películas protagonizadas por Hill en las que no tenga un papel, aunque sea pequeño, la adorada María. Solo le gana en este récord narcótico Seth Rogen, que redacta los contratos cinematográficos en papel de cáñamo.
Como es natural, Stiffler y Hill se asocian y van ampliando la empresa, contratando a gente, e incluso se pueden permitir el lujo de echar a patadas a quienes saben más que ellos, muy al estilo español. Todo ello mientras se explica de forma superficial el entramado de compra/venta de armas durante la administración Bush. Suena a coñazo pero lo salpimentan con una aventurilla en Irak y una escena bastante buena cerca de Fallujah, ciudad de vacaciones.
Los problemas vienen cuando consiguen un contrato enorme para el que no tienen capacidad suficiente. Tampoco es problema porque aparece en escena Bradley Cooper, al que dieron a elegir salir cinco minutos en la cinta o pasar dos años en el Penal Correccional de Santa Rosa, por haber sido pillado con varios gramos de costo en la chaqueta, seguramente colocados allí por los productores de la película.
Cooper encarna a un traficante de armas pro, de los que tienen matones que te parten las piernas como mires más de la cuenta las tetas de su novia. Se ofrece a suministrarles la mercancía, que tendrán que buscar en Albania. Allí nuestros héroes comienzan a ganar dinero, pero Hill es una rata del desierto y cuando descubre que por culpa de Cooper no tienen un mayor margen de beneficios, intenta jugársela, aunque quien paga el pato es Stiffler, que tras ser apuntado en la cabeza con una beretta por los matones de Bradley, decide dejarlo.
Al final les pillan, los socios se pelean y a mí me queda la sensación de que igual debería encaminar mis pasos hacia el tráfico de armas. Un último comentario sobre la traducción del título. En versión original se titula: War Dogs. Entiendo que no se pueda traducir al español como "Los perros de la guerra" porque ya existe otra película con ese nombre, basada en una novela de Frederick Forsyth. Para que luego digáis que aquí no se aprende nada de valor. En cualquier caso podrían haber hecho otra cosa que no fuera un burdo juego de palabras con Juego de tronos (supongo) Al menos eso es lo que parece. En sudamérica la han llamado, con mejor criterio, Amigos de armas, pues un primer título para la versión original fue "Arms and the Dudes", esto es: Las armas y los colegas. Nombre, por cierto, del artículo de la Rolling Stone, en la que no solo sale Courtney Love en bragas, en el que se basa la película o quizá sea el nombre del libro. Yo qué sé. A mí no me pagan por escribir esto.
Para finalizar, un punto a favor: no salen chinos. Claro que por el contexto histórico en el que está encuadrado el filme, es lo natural.
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