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Restrepo



Cuando en uno de estos vídeos de "tops" que tanto abundan en Youtube, creados por un puñado de jóvenes que solo pueden aspirar a los exagues ingresos que les pueda aportar Google, me encontré con que este Restrepo era considerado el segundo mejor documental bélico de lo que llevamos de siglo, nunca pude imaginar cuan cerca me encontraba a él. A decir verdad, si me decidí a verlo por delante de otros de la mencionada selección, fue porque dicho nombre me sonaba de un libro que me estaba leyendo en esos días: Guerra, y que todavía no he terminado, todo sea dicho. 

Sin mucha dificultad, lo encontré online sin necesidad de salir de la plataforma de vídeo, lo cual me llevó a meditar cómo Youtube podría llegar a ser la plataforma total en cuanto a contenido audiovisual se refiere. ¿Y si los usuarios tuvieran que pagar por verlos, aunque fuera una cuota mensual? Los creadores podrían ganar algo más de lo que consiguen ahora y tendría toda la publicidad hecha. Pero el tren de convertirse en una plataforma de vídeo en demanda pasó. Y quizá lo dejaron seguir su camino hacia Idaho, pues el quilombo que debe de suponer tratar con las productoras por los derechos de sus contenidos debe de ser apocalíptico.

Volviendo a este documental, me asombró comprobar que los hechos que se mostraban eran calcados a los que narraba el escritor del libro que ya mencioné. No solo lo que acontecía en pantalla, sino también los diálogos, exactos palabra por palabra. Cuando eché un vistazo a ver quienes eran los autores de dichas obras, me di cuenta de que eran los mismos. El periodista escribió el libro y el cámara que le acompañaba filmó el documental, pero ambos compartieron litera con los muchachos del... no recuerdo a qué unidad pertenecían, pero sí que estaban apostados en el peor sitio posible del mundo si eras un marine americano: la Base Avanzada Restrepo, en el valle afgano del Korengal, llamada así en honor a un compañero que murió poco antes de que se les ordenara tomar la colina, puesto de observación enemigo, y construir allí un fortín desde el que llevar la batalla a los talibanes, con toda la miseria de quienes se ven obligados a malvivir en territorio enemigo para impedir a los muyahidines libre paso desde Pakistán.

Al contrario que en el anterior documental que vi sobre la guerra de Afganistán, que parecía un anuncio destinado a ayudar al reclutamiento de carne fresca para la picadora bélica estadounidense, en este nos encontramos con la realidad sin (demasiados) tapujos ni (excesiva) censura. Los soldados parecen despreocuparse de la presencia de la cámara, un compañero más en el campo de batalla y sueltan tacos, hacen bromas sexuales con sus compañeros masculinos y exponen sus pensamientos más profundos.

Un soldado, no recuerdo su nombre, comenta decepcionado cómo pese a que tuvo una infancia agradable, no se le permitió tener todo lo que debería tener un chico normal: armas de juguete o videojuegos violentos, teniendo que conformarse con hacer papel o dar paseos por la naturaleza. Y es aquí donde uno se pregunta qué clase de impulso civilizatorio mueve a los Estados Unidos más allá de la guerra, como beneficio y como modo de vida.  Los ingleses querían ampliar el comercio a todo el globo, los españoles convertir al catolicismo al mayor número de almas, los americanos solo buscan beneficios para sus empresas y llevar la guerra a cada rincón del planeta, con mayor o menor intensidad, mientras desprecian cualquier actividad pacífica y la califican sin rubor de "hippie".

Uno no puede menos que empatizar con los talibanes o simplemente los habitantes de Afganistán. ¿A qué viene un tío desde el otro lado del planeta a su país a humillarlo y ponerse chulo con él? ¿Qué los talibanes protegían a Bin Laden? Pues bien que le encontraron en Pakistán. Y si alguien cree que el gobierno de este país no sabía nada... Eso, claro está, siguiendo la versión oficial. En cualquier caso ninguno de los que aparecen en el documental sabe por qué está allí, o cual es el objetivo de los Estados Unidos. De hecho a mí me cuesta encontrar uno más que proteger el tráfico de la heroína que producen las múltiples plantaciones de amapolas que crecen en el país o también tener una base más desde la que amenazar a China, Rusia e Irán. Para ello tendrían que pacificar antes Afganistán y en este documental se ve que eso será imposible. Tendrán que matar a todos. Desde luego no usarán Restrepo, pues fue abandonado poco después de que se grabaran las últimas imágenes que se nos muestran de un país oscuro donde todo lo que se mueve quiere matarte.

Para quien haya leído el libro puede ser un buen complemente con el que poner cara a sus protagonistas, para los demás, solo aquellos interesados en acercarse a la vida diaria de un soldado en un puesto de combate avanzado lo encontrarán interesante. Es lo que cuenta, ni más, ni menos.
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