Cuando vi el trailer de Baby Boss en pantalla grande por primera vez, pensé: Vaya gilipollez más grande. Ya no saben qué hacer. Mantuve dicha opinión hasta que tuve oportunidad de verla por métodos... digamos que alegales. Tuve que hacer acto de contricción y comerme mis palabras. Todo, aunque parezca a simple vista una chorrada, merece la pena llevarse a cabo. Aunque luego el producto resultante sea una aberración que haría llorar a George Lumiere. Da igual. Incluso la película esa de los Emojis, que con solo haber visto el tráiler ya se sabe la moraleja, la historia y el desenlace. Aunque si se arriesga, mucho mejor.
No es este el caso, pues la cinta resulta tremendamente entretenida y nos retrotrae al inicio de las películas de animación por ordenador, tanto por temática como por tono. Más tarde, mientras planteaba esta escueta reseña, me di cuenta de que la premisa no era del todo original, pues ahí están las películas de Stuart Little, que eran lo suficientemente entretenidas como para que ni siquiera Emilio Aragón pudiera estropearlas, y eso que una familia adoptaba un ratón. ¡Un ratón! ¡Que hablaba! ¡Con la voz de Emilio Aragón! ¡Y el padre era el Doctor House! Eso sí que era una marcianada, pero salía la mujer esta cuya carrera destruyó "La isla de las cabezas cortadas" y salía bastante guapa.
Resulta que en el cielo seleccionan a los bebés según el amor que sientan. Si son tan estirados como un técnico de hacienda en casa de Cristiano Ronaldo, lo mandan a las oficinas celestiales donde se ocupan de... No lo recuerdo. El caso es que uno de ellos es enviado a la casa de un chaval, hijo único, y le joden la vida, pues estaba acostumbrado a ser el centro de atención y ahora se ve desplazado por el nuevo inquilino.
El "Baby boss" tiene la misión de evitar que se sigan "fabricando" cachorritos, pues se están llevando todo el amor disponible en el mundo y la peña está pasando de tener hijos. Que si fuera una película realista lo que enviarían sería un comando que destruyera las fábricas de condones alrededor del mundo, pero no es así.
La estructura de la película es clásica, con un ídolo caído, a la sazón malvado empresario, al estilo de Up. Suyo es el plan de crear un cachorro que nunca envejece usando la leche que les dan a los oficinistas bebés allá en el cielo. Y los de las tiendas de mascotas inyectándoles enfermedades a los pobres perros para que no crezcan...
Un detalle que me ha sorprendido y que estoy seguro que han incluido para contentar a los padres, es la aparición de imitadores de Elvis. ¡De Elvis! Si eres capaz de capturar a uno de esos millenials salvajes que caminan por la calle sobre sus esperanzas hechas añicos, rotando sus spinners, estoy seguro que no tendrá ni idea de quién es el Rey del Rock. Pero bueno, los niños van al cine acompañados de sus padres así que algo hay que darles para que no se duerman. Eso y la perspectiva de que exista un mundo en el que te puedan encalomar a un crío sin ni siquiera follar a pelo. Lo cual a mí me parece aterrador.
La película termina con una lección vital que los niños de hoy en día necesitan como agua de mayo y con buenos deseos, como deben de terminar todas las películas de dibujos. Excepto el Urotsukidoji, esa cuanto más tentáculos, mejor.
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