Enésima obra con los muertos vivientes como protagonistas, que intenta subirse al carro de la moda pero que cae de él echado a patadas por clásicos coreanos como Train to Busan o la serie Kingdom. La historia se presenta por personajes, de la forma en que está escrita "Canción de hielo y fuego". Esto es bastante novedoso en televisión pero que no se haya hecho antes tiene una razón: es un coñazo. Seguro que se puede hacer mejor pero aquí no se consigue pues aunque intentan hacer historias cruzadas, para lograr el efecto "ahá" en los espectadores, estas pierden interés porque los personajes son muy típicos.
Empezando por los padres coraje con los que se inicia el primer capítulo. El matrimonio y su hija se dirigen a un puesto de control militar donde se están llevando a la gente a un estadio para que estén seguros y no se conviertan en aperitivos. Sobrevuelan aviones, no vaya a ser que aparezca la Lufftwaffe zombi y bombardean zonas porque algo tienen que hacer con las bombas. En el control, se descubre que al marido le han mordido y no puede pasar. La mujer quiere salvarlo a toda costa pese a que tiene las horas contadas y mientras tanto, a la niña se la llevan bien lejos, lo que da lugar al inicio más anticlimático jamás visto en una serie, con 20 minutos de lo mismo que hemos visto en todas las temporadas de The Walking Dead: dos personas hablando de cómo van a salir de esta y lo que han perdido. Decir que hablan es muy considerado, más bien intercambian clichés.
Su condición de serie del montón se demuestra en las dos premisas básicas: el peor monstruo es el ser humano que queda vivo, y se ven pocos zombis. Estos son de la modalidad "infectados" en su categoría de "corredores". O no tanto, porque a veces corren como Carl Lewis y luego van al trote cochinero.
El hilo conductor de la historia es la búsqueda de la hija por parte de esta señora que se irá encontrando con distintos personajes y bla, bla, bla. Mejor pasad de esta serie y poneos Kingdom. Esa sí que mola.
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