¿Cómo puede convertirse una serie trepidante, que solo daba respiro en los escasos flashbacks que nos ayudaban a comprender las motivaciones de los personajes, en un bodrio insufrible que sufre del síndrome de la granja de The Walking Dead?
Desde luego, el final de la primera temporada ya hacía presuponer lo infumable de su continuación pues al llegar al búnker subterráneo el grupo protagonista recibía la noticia de que los que allí se hacinaban, planeaban ¡arreglar el problema del sol! ¿Cómo? Creo que nunca lo sabremos pues no es más que un MacGuffin para seguir haciendo caja con una historia que no daba para más.
Esta segunda temporada da comienzo nueve... ¿días? me pareció escuchar, después de llegar al refugio, pero creo que tienen que ser semanas pues los personajes del vuelo se han habituado a la vida en ese agujero oscuro junto a los soldados de la Unión Europea. La acción da comienzo con un accidente ridículo, pues una de los pasajeros lanza por accidente aceite en llamas sobre los víveres del búnker, quemándose gran parte de ellos en el proceso, por lo cual deberán buscar una nueva fuente de alimento. Encuentran la solución enseguida: el almacén de semillas del fin del mundo en Noruega, al cual tendrán que enviar una expedición en un avión viajando contra el sol, ¡chan chan!. Pero lo importante es lo que pasa en el reducto, donde dos soldados se calientan con los pasajeros y les quieren dar matarile por una serie de acontecimientos que no interesan a nadie.
Es todo una sarta de ridiculeces, acciones ilógicas y despropósitos que hacen que desconectes de la historia y te dediques a sacarte un moco. Lo he visto con el rabillo del ojo y eso que podían haber desarrollado una trama interesante pues dan a entender que hay alguien que ha atacado a la OTAN y a los rusos, destruyendo sus aviones y comunicaciones. Pero al final, si te detienes a pensar, ¿qué más da? A ver, ha muerto ya una cantidad de gente tal que no es posible la continuidad de la especie aunque el problema con el sol desapareciera. Vivir carece de sentido porque no hay un fin más que sobrevivir como un animal, por ello las convenciones sociales, pasado un breve tiempo, y el orden social desaparecerían y mucho mas el jueguecito de los soldados que se traen. Por mucho que digan los posmodernos, sí que hay un sentido en esta vida, la contribución al futuro de la raza humana, ya sea al nivel de tu población, país o a un plano mayor.
Es curioso porque la primera temporada me encantó. La vi en un par de días ayudado por la corta duración de sus episodios. Me pareció trepidante, fresca y sentía cierta empatía con lo que acontecía a los protagonistas. No ha pasado ni un año desde que la vi y ya no recordaba a gran parte de los personajes, solo a los dos más característicos: el turco y el señor que se parece a Astérix hasta el culo de Trankimazin. En esta segunda parte me daban todos bastante igual y esperaba que murieran de las formas más creativas posibles. El ritmo es lento como la jalea cayendo de un bote de madera, lo cual duele más teniendo en cuenta cómo en la primera no te dejaban ni respirar. Podría seguir con los defectos pero ¿para qué? Me importa lo mismo que el equipo Trinidad Tobaguense de Curling.
Puntuación: una calavera de un enano prisionero de los jíbaros de cinco.
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