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La ruta

Leí una crítica de esta serie con la que Atresmedia intenta atraer a su plataforma de video a los nostálgicos de la ruta del bacalao, en la que el autor, que solo había visto el primer episodio, comentaba que tenía ganas de ver cómo la ruta modificaba la vida de los protagonistas. Para más risión, uno de los comentarios se quejaba de que solo se centraban en los traficantes, que ya estaba bien de centrarse en las drogas. Obviamente, el primero había visto bien poco y el segundo no había visto nada. Ambos hablaban a través de sus prejuicios y esperanzas en una historia que no se ve apenas afectada por el marco espacial en la que se desarrolla y, si me apuras, ni siquiera por el temporal, cuya unión da título a la serie, aunque si se llamara “Alcorcón 1988” hubiera funcionado igual.

Para evitar spoilers no contaré demasiado. Solo el hecho de que se cuenta la historia hacia atrás, retrocediendo en cada capítulo un par de años. Consecuencia: me importa tres pepinos las motivaciones por las que Carlitos no se hable con una rubia o por qué Lucas, el hermano distante se lleva tan mal con todo el mundo. Además, que igual es algo que me pasa a mí, pero al sexto capítulo ya no recuerdo los detalles del primero, con lo cual no disfruto con revelaciones como el por qué del cambio de nombre de la discoteca Don Julio o por qué el protagonista, que tiene una pedrada en la boca, se emperra en un tipo específico de color añil para su disco, relación que, por cierto, está muy cogida con pinzas.

Es como si tras despedirse en el aeropuerto de Casablanca, se contara la historia de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart. Este tipo de experimentos narrativos, si no sirven al desarrollo de la narración, son una mera excusa para ocultar diversos problemas, como una historia típica y manida de celos, ocultación de hijos de madres adolescentes y relaciones tempestuosas con encuentros y desencuentros. Aunque, en esta ocasión, la forma salva al fondo pues quizá de haberse desarrollado en un estilo clásico hubiera sido infumable, aunque en la forma actual tampoco es que sea para tirar cohetes. Todavía me queda el último capítulo y no me puede importar menos lo que acontezca en él. ¿Para qué? Si ya sé que el protagonista se va a Ibiza, que Carlitos acaba solo y con mucho dinero, que el hermano rebelde se murió hace bastantes años, que la choni de Elite sigue por ahí dando vueltas y que la ruta del bacalao queda muy lejana, en el recuerdo de los supervivientes y de Chimo Bayo, al cual se menciona ligeramente en un capítulo. Otra de las desventajas de la narrativa en reversa es que cuesta engarzar los detalles que complementan la trama. Por ejemplo en el caso del TechnoCura, que podría ser un personaje de ShadowRun perfectamente, no recuerdo si se le mencionaba o salía en los primeros capítulos; o la novia del protagonista que aparece 30 segundos en un capítulo y se pronuncia su nombre en otro. 

Mención especial a la aparición del fantasma de Nino Bravo; homenaje sutil a la psicodelia producida por las sustancias excitantes que coprotagonizaron, junto con la música electrónica, la fiesta más famosa y longeva fuera de Madrid.


Puntuación: 3 Hu y ningún Ha de 5

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