De aquellos tiempos tenía el recuerdo indeleble de Sensación de vivir, una serie que tuvo un éxito como nunca se ha vuelto a repetir. Y si piensas que el fenómeno fan de cualquier serie de plataformas actual es superior, es que no viviste aquellos años por ser insultantemente joven o haber estado secuestrado en un bunker durante principios de los 90, cuando en la “pantalla amiga” hispana, comenzaron las historias de los gemelos Walsh, Brandon y Brenda, que se mudaban de la América profunda al cosmopolita y elitista barrio de Bel Air, antes de que llegara el "príncipe". De hecho, no se veía ningún negro, pero esa es otra historia y no quiero que ningún “centenial” hiperventile leyendo este post.
Sea porque la producción audiovisual actual es nefasta, sea por una pizca de nostalgia, busqué la serie para recrearme con el vestuario noventero y los móviles del tamaño de un ladrillo. Y me sorprendió.
Recordaba Beverly Hills 90210, que debe de ser el código postal, como una serie atrevida, rompedora, iconoclasta, irreverente, picantona incluso. Y no había nada de eso, al menos en la primera temporada. Más bien se trataba de una serie costumbrista, una evolución “realista” de Salvados por la campana, sin sketches, pero con la misma blancura, exceptuando esporádicos escarceos con las drogas y el sexo que hoy día causan risa. De hecho, comparada con, en cierto modo homóloga hispana, Al salir de clase, es una serie bastante pacata.
Curiosamente, no se trata el tema del choque cultural de la familia Walsh que viene de una ciudad del medio oeste donde las mujeres solo se permite mostrar el tobillo en público, aunque sea porque nieva, diez de cada doces meses y se encuentra de la noche a la mañana a patinadoras en bikini, chavales que van al colegio en Masserati y familias desestructuradas donde nadie conoce a su padre y todas las madres son alcohólicas. Algún detalle hay pero no lo explotan, siendo el tema principal las peripecias de los gemelos Walsh por mojar el pizarrín o que le mojen el tintero, mientras sus amigos cercanos intentan lo mismo, pero de una forma muy elegante, nada de enseñar teta. Al final, tras diez temporadas, todos terminarían liándose con todos. Incluso David Silver, que parecía tonto y se terminó trincando a la Megan Fox, pero eso quedaba muy lejos de una primera temporada donde tenía un papel secundario junto a su amigo del sombrero, mostrando la sufrida vida del novato que lucha porque le inviten a las fiestas o por no pegarse un tiro con la pistola de su padre. Spoiler: al final, pum. Por cierto que pensaba que este luctuoso suceso ocurría pronto pero se ve que recordaba mal porque al acabar la primera, continua vivo.
Hace un par de semanas ya que vi el último capitulo y no se puede decir que recuerde gran cosa, el trabajo de Brandon en el Peach Pit, cuando Brenda se hace pasar por universitaria pero luego no quiere soplar el matasuegras de un empresario que ha conocido, el periódico de Andrea, que yo siempre me pregunté de donde sacaban el tiempo para escribir en un periódico. ¿No iban a clase? ¿Se quedaban más horas de las lectivas en el instituto? Americanos… y poco más, bueno a Dylan, que dios lo tenga en su gloria, el James Dean moderno al que la alopecia no dejó triunfar.
En definitiva, una serie que merece la pena revisitar, pese a que el ritmo cause desazón en la gente moderna, aunque sea para ver como vivían en los 90 los americanos, algo totalmente ajeno a nuestra cultura latina.
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